sábado, 20 de febrero de 2010

CARTY BLACK

Javier Vera

Mientras buscábamos otras puertas, hablábamos del tiempo.

Un escalón, otro escalón, otro escalón… Había que subir hacia atrás para apreciar la casa, aquel primer primer piso.

Bajo esa escalera no había un baño de visitas, sino la libertad agazapada, pujando, porque la libertad siempre viene con su carga de mierda.

Las botellas conocen a la libertad pero no se mueven, saben lo que les espera por no saber usar las escaleras: un montón de vidrios en la basura y quizás manchas de sangre (nadie quiere terminar así), por eso se quedan en las repisas de los bares y desde allí se ofrecen a los demás. Inmóviles ellas, es a uno a quien mueven. Hombres insípidos bebemos su sabor y soportamos dolores de cabeza.

Mientras, la libertad agazapada…

Bienvenida última gota! Futuro incierto el de una botella vacía: quizás una lámpara romántica, parte de un elegante muro de botellas en un bar de Casacor, otro objeto de mi colección…

Pero sabemos (por eso de que los borrachos siempre dicen la verdad) que tú, mi botella, habiéndote salvado de la fundición por un error de la máquina (apenas centímetros), y después de haber paseado por toda la ciudad en un triciclo de cachinero, terminarás siendo arrastrada por un loco de la calle, arañada pero entera, hasta un instante antes de caer al río para hacerte pedazos y fluir como las piedras rodadas y como los Rolling Stones, que es lo mismo pero con mas alcohol.

De haberte movido te habrías quedado con las otras, y así (lo sabemos porque las otras tampoco mienten) hoy estarías convertida en uno de los tantos hermosos unicornios de vidrio que fabricaron con ese lote, adornando una casa, otro primer piso de otros tiempos, como este en donde esta noche bebo en una fiesta hipócrita otra botella mucho más cara que la anterior, pero mucho menos libre, porque esta botella (lo sabemos porque no mienten) nunca paseará por toda la ciudad.

Ahora ando callado.

Hablábamos del tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario